Sísifo: el deseo de sentido frente al absurdo

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Fragmento de Pintura renacentista de Sísifo empujando una roca colina arriba, representado con dramatismo y fuerza muscular.
Detalle de Sísifo, atribuido a Tiziano (1549). Museo del Prado, Madrid. Dominio público.

I. La piedra y el retorno

Cada mañana, Sísifo vuelve a la ladera. Tensa los músculos. Empuja la piedra. Asciende. Cuando el vértice se aproxima, la piedra rueda nuevamente hacia el valle. Y Sísifo desciende otra vez.

No hay final. No hay recompensa. Sólo repetición.

Albert Camus, en El mito de Sísifo (1942), lo convierte en el emblema del hombre moderno:

“Hay un solo problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio.”

Frente al sinsentido, la existencia humana, como la de Sísifo, parece absurda:

deseamos sentido en un mundo que no lo garantiza.


II. El deseo como movimiento interminable

Cuando Javier entró en consulta, no traía un síntoma estridente. Su relato era otro:

—Todo marcha bien. Trabajo, pareja, amigos. Pero siento un fondo de fatiga, como si todo careciera de sabor. Repito los días sin saber para qué.

Era el malestar sin drama, pero persistente. No había una gran crisis, sino una suerte de repetición insípida. Empujaba la piedra cada día, sin saber por qué.

Este deseo de sentido no satisfecho es uno de los grandes rostros clínicos de nuestro tiempo.


III. La compulsión de repetición

Freud introduce en Más allá del principio de placer (1920) su concepto más perturbador:

la compulsión de repetición.

La idea es que no siempre buscamos placer. A veces, repetimos lo que nos hiere. El deseo no es puro avance hacia el bienestar. Es también circuito cerrado, retorno a lo mismo.

En Javier, la vida repetitiva no era sólo rutina: era defensa.

Repetir preservaba la estabilidad psíquica frente a angustias más profundas:

  • el temor al vacío,
  • el vértigo de elegir,
  • el miedo a fallar.

Repetir es, paradójicamente, una forma de evitar el abismo de la libertad.


IV. Lacan: el goce y el circuito del deseo

Outro autor del que me hablan algunos colegas es Lacan, que profundizaría la paradoja freudiana:

“El deseo es siempre deseo de otra cosa.”

Nunca deseamos el objeto mismo, sino el movimiento del deseo. El goce es eso que va más allá del simple placer: es una forma de sentir intensa, a veces incluso dolorosa, que se repite una y otra vez porque, de algún modo, nos hace sentir que seguimos siendo nosotros mismos. De esta manera, quizá Sísifo no sólo sufre. En el mito, también hay algo de afirmación obstinada:

seguir empujando la piedra es, en sí mismo, un acto de existencia.


V. Camus: la rebelión contra el absurdo

Camus, lejos de la resignación, escribe:

“Hay que imaginar a Sísifo feliz.”

¿Por qué? Porque en el acto de empujar, pese al sinsentido, el hombre afirma su vida.

El deseo se sostiene, no porque haya un fin, sino porque vivir es desear incluso sin garantía de plenitud.


VI. La clínica como trabajo sobre la repetición

En psicoterapia, el trabajo con Javier fue desbrozar las capas de esa repetición anodina.

No se trataba de buscar un sentido grandioso, sino de reconectar con la experiencia vivida:

  • recuperar el juego,
  • explorar los deseos olvidados,
  • permitir el vacío sin paralizarse.

Como dice Kierkegaard:

“La repetición es la realidad y la seriedad de la existencia.”

La psicoterapia no promete sentido total, pero puede restaurar el deseo de estar en el movimiento.


VII. Epílogo: empujar la piedra, pero distinto

Sísifo seguirá empujando la piedra. Pero quizá —como Javier— puede aprender a caminar de otro modo al bajar la colina. A percibir el viento, a oír los pájaros, a sonreír ante el retorno.

No porque la piedra haya desaparecido, sino porque ha cambiado su modo de acompañarla. El deseo no muere en el absurdo. Se transforma.


Lecturas para quienes acompañan la piedra:

  • Albert Camus. El mito de Sísifo (1942).
  • Sigmund Freud. Más allá del principio de placer (1920).
  • Donald Winnicott. El juego y la realidad (1971).
  • Adam Phillips. Going Sane (2005).

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