Narrativas personales y psicoterapia: cómo reescribimos nuestra identidad

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Pintura “Y entonces vimos a la hija del Minotauro" de Leonora Carrington, ilustrando el proceso de transformación de la identidad en psicoterapia, la revisión de narrativas personales y el autoconocimiento en el análisis psicológico
«Y entonces vimos a la hija del Minotauro» (1953), de Leonora Carrington, representa el viaje hacia la reconstrucción de la identidad. En psicoterapia, exploramos nuestras narrativas personales para reescribir quiénes somos más allá de los relatos impuestos por el pasado y la sociedad.

Desde el momento en que aprendemos a hablar, comenzamos a contar historias sobre nosotros mismos. Nos narramos a través de recuerdos, de sueños, de emociones, de relaciones y de experiencias que nos marcan. Tanto de aquello que ha pasado, como de aquello que no, de lo que no está resuelto y también de aquello que hemos fantaseado. Sin embargo, estas narrativas no siempre son neutrales ni espontáneas; muchas veces están condicionadas por factores familiares, sociales y culturales que nos llevan a construir relatos que pueden limitarnos en lugar de ayudarnos a comprendernos mejor.

En psicoterapia, una de las tareas fundamentales es explorar cómo nos contamos nuestra propia historia y, en muchos casos, aprender a reescribirla de manera más auténtica y menos condicionada por el pasado. Sin embargo, no siempre el cambio de narrativa implica mayor libertad. Muchas veces, los relatos que se nos presentan como emancipadores pueden, en realidad, imponernos nuevas formas de dominación, sufrimiento o autoexigencia ¿Un nuevo discurso del amo con pelliza de oveja? ¿Es posible liberarnos completamente de los relatos que nos construyen?

Cómo nos contamos: la narrativa como estructura de identidad

La psicología narrativa, desarrollada por autores como Jerome Bruner (1990) y Michael White (1990), sostiene que la identidad no es un hecho fijo, sino un relato en constante evolución. Creamos sentido a través de las historias que contamos sobre nosotros mismos, y estas historias no solo reflejan nuestra realidad, sino que la configuran.

🔹 Ejemplo de cómo funciona esto:

  • Alguien que se narra como una persona que “siempre fracasa en el amor” probablemente interpretará cada relación a través de ese filtro, confirmando la idea de que está condenado al desamor.
  • Otra persona que se define como “resiliente” verá los mismos obstáculos como oportunidades de crecimiento y aprendizaje.

Sin embargo, ¿qué sucede cuando la resiliencia se convierte en una exigencia constante que impide a la persona reconocer su agotamiento o su derecho a no soportar todo? ¿O cuando el relato de «yo siempre supero las dificultades» se convierte en una negación de la vulnerabilidad legítima? No todas las narrativas «positivas» son liberadoras, y no todos los relatos «negativos» son limitantes en sí mismos.

📌 Nuestra historia personal no es solo una descripción del pasado, sino un guion que guía nuestro futuro.

Cuando la narrativa nos atrapa: los relatos que operan sin ser conscientes

A veces, las historias que nos contamos sobre nosotros mismos pueden volverse rígidas y limitantes. Sin embargo, hay otras narrativas que ni siquiera aparecen en nuestro discurso, pero que condicionan nuestras elecciones, nuestros deseos y nuestras angustias. La teoría de los Core Conflictual Relationship Themes (Luborsky, 1998) sugiere que muchas de nuestras dinámicas internas son repeticiones inconscientes de patrones de conflicto emocional.

🔹 Ejemplos de narrativas que pueden generar sufrimiento sin ser plenamente conscientes:

  • “Siempre he sido una persona insegura, así que nunca podré cambiar.”
  • “Si no tengo pareja, significa que no soy valioso/a.”
  • “Soy una persona que necesita agradar a los demás para ser querida.”

En terapia, se trabaja no solo con las narrativas explícitas, sino también con aquellas que actúan en la sombra, sin que la persona las reconozca plenamente. En este sentido, la pregunta clave no es solo qué historia nos contamos, sino qué historia nos habita sin que lo sepamos.

Cómo la terapia ayuda a complejizar nuestra historia

La psicoterapia nos da un espacio para cuestionar, reformular y enriquecer nuestra narrativa personal. ¿Quién soy realmente cuando dejo de repetirme lo que siempre he creído sobre mí mismo? Pero también, ¿existen partes de mi historia que he excluido porque no encajan en el relato que he construido?

🔹 El proceso narrativo en terapia: más allá de las técnicas
Thomas Ogden (1997) sostiene que la construcción de la historia de uno mismo es un proceso de ensoñación compartida entre el paciente y el terapeuta, en el que no solo se ponen en palabras recuerdos o experiencias, sino que se genera un espacio donde emergen nuevas posibilidades, y se encsancha por así decirlo «la matriz de la mente», la matriz de la experiencia. 

De esta manera la reescritura de la vida no es solo racional, sino también y sobre todo relacional, porque se nutre de la interacción, la escucha y la capacidad del terapeuta de sostener la incertidumbre y capacidad de asombro junto con el paciente. Por eso siempre nos contamos historias con alguien o a alguien. Todas las historias, al igual que los libros, tienen un lector predestinado- «habent sua fata libelli»- y esperan las condiciones de un lector «ideal». Contar nuestra historia es un proceso de construcción de las posibilidades un yo futuro que pueda hacerse cargo de las implicaciones de la nueva historia

🔹 Algunas procesos narrativos que suceden en terapia:

  • Externalización del problema: Separar la identidad del problema (por ejemplo, “Tengo ansiedad” en lugar de “Soy una persona ansiosa”).
  • Revisión de hitos vitales: Explorar momentos clave de nuestra historia para encontrar nuevos significados.
  • Construcción de nuevas narrativas: Introducir y explorar elementos que enriquezcan nuestro relato personal, en lugar de quedarnos atrapados en una sola versión de los hechos.
  • Revisión de narrativas dominantes: Examinar cómo las historias que nos contamos pueden habernos sido impuestas o reforzadas por estructuras de poder, expectativas sociales o dinámicas familiares.
  • Espacio de ensoñación: Un proceso donde la historia no solo se verbaliza, sino que se permite ser pensada, sentida y transformada en la experiencia relacional con el terapeuta.

📌 En terapia, no se trata de inventar una nueva historia falsa, sino de ampliar nuestra perspectiva para vernos de una manera más completa y realista, y de promover las respuestas que esta perspectiva requiere: ¿qué harás ahora con tu preciosa vida?

Los deseos que no sabemos que tenemos

Adam Phillips, en Forbidden Pleasures (1996), plantea que no solo desconocemos muchas de nuestras narrativas ocultas, sino que también ignoramos deseos fundamentales. Lo reprimido no es solo aquello que nos angustia, sino también los placeres que hemos aprendido a censurar. En este sentido, la exploración narrativa en terapia no solo ayuda a procesar conflictos, sino a descubrir qué partes de nuestro deseo han sido silenciadas por historias impuestas.

🔹 Ejemplo de esto:

  • Alguien que siempre ha creído que su identidad está ligada al sacrificio puede no permitirse explorar deseos personales porque su narrativa excluye la idea de disfrutar sin culpa. ¿Quizá por esto mismo haya a veces un disfrute en la culpa?
  • Una persona que se ha definido siempre a través del éxito puede descubrir que, en realidad, su deseo prohibido es la libertad de fracasar sin consecuencias.

Conclusión: Vivir una historia que nos permita crecer sin atraparnos en ella

Sin embargo, la clave no es solo cambiar la historia, sino desarrollar la capacidad de habitar múltiples relatos sin quedar atrapados en uno solo. Como decía Paul Ricoeur (1991), “contarnos a nosotros mismos es darnos la oportunidad de comprendernos de otra manera”, pero también debemos preguntarnos qué historias nos han contado sobre nosotros y qué tanto nos han condicionado a aceptarlas sin cuestionarlas.

Al final, todos tenemos la capacidad de reescribir nuestra historia, pero también de convivir con lo no resuelto, con lo que aún no entendemos completamente de nosotros mismos, sin forzarnos a encajar en una única versión de quiénes somos. ¿Acaso no hay maravilla en no conocerse del todo?

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