El peso invisible de la perfección

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Retrato expresionista del Teniente Alois Gerstl, pintado por Richard Gerstl en 1907.  Un reflejo del conflicto entre la autoexigencia y la identidad. Inspiración para comprender el perfeccionismo desde la psicología y el psicoanálisis en Santiago de Compostela
Retrato del Teniente Alois Gerstl” (1907), de Richard Gerstl. Una obra que refleja la lucha interna entre el ideal de perfección y la vulnerabilidad emocional, un tema clave en la psicología del perfeccionismo y la terapia en Santiago de Compostela.

Sonia camina por las calles de Santiago de Compostela, entre la humedad de la piedra y el eco de sus propios pensamientos. Hace tiempo que se siente agotada, pero no consigue parar. Siempre hay algo más que mejorar, una nueva meta que alcanzar, un error que evitar. Se prometió que bajaría el ritmo, pero cada vez que lo intenta, la culpa la envuelve como la niebla. “Si descanso, fracaso”, piensa.

El perfeccionismo no siempre se muestra como un rasgo virtuoso. En la consulta, veo a muchas personas como Sonia: brillantes, disciplinadas, con una voluntad férrea… y al mismo tiempo, profundamente angustiadas. ¿Por qué sucede esto? ¿Por qué lo que aparentemente debería impulsar a una persona hacia el éxito, en realidad la encierra en un laberinto de insatisfacción constante?

Las raíces inconscientes del perfeccionismo

Desde algunas corrientes de psicología como el psicoanálisis, el perfeccionismo no es simplemente un deseo de mejorar, sino un síntoma de una estructura psíquica que se ha construido en torno a la exigencia y la culpa. Freud (1914) hablaba del yo ideal, una instancia que se forma en la infancia y que recoge las expectativas de los padres y la sociedad. Cuando este yo ideal es inalcanzable, el sujeto vive en una eterna persecución de un estándar imposible.

Nancy McWilliams (2011) describe el perfeccionismo como un rasgo que suele enraizarse en la dinámica familiar. Muchos perfeccionistas crecieron en entornos donde el amor y la aceptación parecían depender de los logros. En la mirada de un padre decepcionado o en el elogio condicionado por el éxito, aprendieron que no podían permitirse el error. Así, la exigencia externa se convirtió en una autoexigencia rígida, un superyó que nunca descansa.

El perfeccionismo y la culpa inconsciente

Para el psicoanálisis, la culpa no siempre es evidente. A veces, se esconde detrás de la autoexigencia y la necesidad de control. Según Melanie Klein (1940), el perfeccionismo puede ser una respuesta a una pérdida temprana, real o simbólica, de una relación afectiva fundamental. Cuando un niño percibe que el amor de sus figuras de apego es inestable o condicionado, puede desarrollar una estrategia inconsciente para evitar el dolor de esa pérdida: esforzarse sin descanso para ser “perfecto” y así asegurarse de que nunca será rechazado.

Aquí es donde entran en juego las defensas maníacas, un concepto clave en la teoría kleiniana. Para Klein, cuando un niño experimenta angustia ante la posibilidad de perder el amor o el vínculo con sus cuidadores, puede reaccionar de dos formas: sintiendo tristeza y procesando esa pérdida o, por el contrario, negándola con una actitud de omnipotencia. Es en esta segunda vía donde aparece el perfeccionismo. En lugar de permitirse sentir la fragilidad y el miedo al abandono, la persona adopta una postura defensiva: “Si lo hago todo bien, si soy impecable, si nunca fallo, nada podrá dañarme”.

Pero esta estrategia tiene un costo: nunca es suficiente. Porque el problema no es realmente el rendimiento o los logros, sino el miedo profundo a sentirse inadecuado, a que un error pueda significar el rechazo o la pérdida del amor. De esta manera, el perfeccionismo se convierte en una trampa: cuanto más se esfuerza la persona, más persiste la sensación de no haber hecho lo suficiente.

En palabras de Jacques Lacan (1953), el deseo humano está estructurado por la falta. El perfeccionista es aquel que, en lo más profundo de su psique, cree que si logra ser impecable, finalmente podrá colmar esa falta y sentirse completo. Pero, paradójicamente, cuanto más se esfuerza, más inalcanzable se vuelve la satisfacción, porque el vacío que intenta llenar no se soluciona con logros, sino con la capacidad de aceptar su propia vulnerabilidad.

El cansancio de la perfección

Volvamos a Sonia. Ha logrado todo lo que se propuso: una carrera brillante, reconocimiento profesional, incluso una vida organizada al detalle. Pero algo sigue sin encajar. El problema del perfeccionismo es que nunca deja espacio para el descanso. Winnicott (1971) hablaba de la importancia del “ser” sobre el “hacer”. Cuando una persona no puede simplemente existir sin sentirse culpable por no estar produciendo, sufre un profundo desgaste emocional.

En Santiago de Compostela, ciudad de estudiantes y peregrinos, muchos viven este agotamiento silencioso. La universidad, el trabajo, la autoimagen… todo se convierte en una arena donde el perfeccionista lucha contra su propio juicio implacable. Esta ciudad que es testigo de peregrinos que caminan hacia lo sagrado, refleja la paradoja de Sonia: ¿qué templo busca en su obsesión por lo impecable?»

¿Cómo liberarse?

A veces la terapia no ofrece soluciones rápidas, inmediatas, como una pastilla mágica. El cambio psicológico no sucede así por más que primero podamos hacer unos cambios en nuestro comportamiento, y que haya momentos reveladores si uno desea cambiar. Es un proceso. De esta manera con el trabajo de comprenderse de otra manera en la consulta, uno empieza a poder cambiar lo que tiene que ser cambiado. En el proceso terapéutico, el paciente comienza a escuchar su propio discurso y a reconocer de dónde viene su exigencia. ¿Para quién está intentando ser perfecto? ¿Qué pasaría si fallara? ¿Quién sería si dejara de medir su valor en función de su rendimiento?

Algunos autores hablan de la importancia de suavizar el superyó, de permitirnos una existencia menos dominada por la culpa. No se trata de abandonar el deseo de mejorar, sino de transformar la relación con uno mismo. Porque la verdadera libertad no está en hacer todo a la perfección, sino en poder equivocarse sin sentir que uno deja de merecer amor por ello.

Y así, Sonia sigue caminando por Santiago. Pero esta vez, se permite ir más despacio y empieza a creer que, tal vez, hay belleza en lo imperfecto.

Referencias psicoanalíticas

Freud, S. (1914). Introducción al narcisismo.

Freud, S. (1923). El yo y el ello.

Klein, M. (1940). Mourning and its relation to manic-depressive states. The International Journal of Psychoanalysis, 21, 125-153.

Lacan, J. (1953). Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis.

McWilliams, N. (2011). Psychoanalytic Diagnosis. The Guilford Press.

 Winnicott, D. W. (1971). Playing and Reality.

Horney, K. (1950). Neurosis and Human Growth.

Kohut, H. (1971). The Analysis of the Self

Hayes, S. C., Strosahl, K., & Wilson, K. G. (1999). Acceptance and Commitment Therapy: An Experiential Approach to Behavior Change. Guilford Press.

Stoeber, J., & Otto, K. (2006). Positive Conceptions of Perfectionism: Approaches, Evidence, Challenges. Personality and Social Psychology Review, 10(4), 295-319

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