
«Alegoría de la Prudencia» Tiziano.
La psicología nos ayuda a comprendernos mejor, y en Santiago de Compostela, cada vez más personas buscan herramientas para mejorar sus relaciones personales y afrontar sus conflictos internos.
La psique humana es un universo complejo donde conviven luces y sombras. Uno de los conceptos más fascinantes y transformadores dentro del psicoanálisis es el de la “maldad interna” (internal badness). Aunque pueda sonar inquietante, explorar esta idea es clave para comprender cómo nuestras emociones más profundas afectan nuestras relaciones y nuestra propia percepción de bienestar.
En este artículo, te invitamos a reflexionar sobre qué significa realmente la “maldad interna”, por qué es tan difícil reconciliar nuestras partes contradictorias, cómo estos conflictos internos impactan nuestras relaciones más importantes, y cómo un psicólogo en Santiago de Compostela puede ayudarte a integrar estas emociones para vivir de manera más auténtica.
¿Qué es la “maldad interna” según el psicoanálisis?
El término “maldad interna” no se refiere a una condena moral, sino a aquellos aspectos de nuestra personalidad que aprendimos a considerar como inaceptables. Estas partes “negadas” pueden incluir emociones como:
• Agresión: Impulsos de enojo o frustración que reprimimos por temor a ser juzgados.
• Culpa: Sentimientos que nos atormentan pero que preferimos ignorar.
• Deseos contradictorios: Necesidades o impulsos que chocan con nuestras expectativas ideales.
Cuando no reconocemos estas emociones, a menudo terminamos proyectándolas en los demás. En relaciones conflictivas, es común que nos posicionemos como víctimas, atribuyendo toda la “culpa” al otro y reforzando una visión unilateral de nosotros mismos como los “buenos” de la historia. Este mecanismo de defensa, aunque reconfortante a corto plazo, perpetúa conflictos no resueltos y bloquea el crecimiento personal.
La raíz de la escisión: por qué nos cuesta integrar nuestras partes “buenas” y “malas”
Desde una perspectiva psicoanalítica, la dificultad para reconciliar nuestras partes contradictorias tiene su origen en la infancia. Experiencias tempranas con figuras de apego críticas, inconsistentes o abusivas pueden generar un fenómeno conocido como escisión(splitting). Este mecanismo psicológico divide la percepción de uno mismo y de los demás en extremos: “totalmente buenos” o “totalmente malos”.
Este patrón se ve exacerbado en ciertos trastornos de personalidad, como el Trastorno Límite o el Trastorno Narcisista, donde la integración de estas partes resulta especialmente desafiante. Según Otto Kernberg, experto en el estudio de estas dinámicas, la escisión se convierte en una forma de protegerse del dolor emocional intenso, aunque a un alto costo: la incapacidad de establecer relaciones auténticas y equilibradas.
El impacto de los conflictos internos en las relaciones
Las emociones y deseos que no aceptamos en nosotros mismos no desaparecen; encuentran formas de manifestarse en nuestras relaciones más cercanas. Algunos ejemplos comunes incluyen:
• Proyección: Atribuimos a nuestra pareja cualidades que rechazamos en nosotros mismos. Por ejemplo, si no aceptamos nuestra agresión, podemos percibir a nuestra pareja como “demasiado agresiva”.
• Repetición de patrones familiares: Sin darnos cuenta, recreamos dinámicas no resueltas de nuestra infancia, como buscar aprobación constante o temer al abandono.
• Dinámicas de víctima y perpetrador: Adoptamos roles relacionales que nos permiten evitar la responsabilidad emocional y perpetuar la idea de que el problema siempre está en el otro.
La buena noticia es que estas dinámicas pueden abordarse incluso si solo uno de los miembros de la pareja busca ayuda terapéutica. Identificar proyecciones y trabajar con los conflictos internos permite desentrañar estos patrones y avanzar hacia relaciones más saludables.
El camino hacia la integración: aceptando nuestra “maldad interna”
Aceptar nuestras partes negadas no significa justificar acciones dañinas ni resignarse a vivir atrapado en la culpa. Por el contrario, implica reconocer estas emociones como partes legítimas de nuestra experiencia, necesarias para comprendernos a nosotros mismos y vivir de manera más auténtica.
El proceso de integración incluye:
• Autorreflexión: Observar nuestras reacciones emocionales y conductas sin juicio.
• Terapia psicológica: Trabajar con un terapeuta puede ayudarnos a explorar estas partes en un espacio seguro y sin críticas.
• Desarrollo de la empatía: Aceptar nuestras emociones nos hace más comprensivos con las de los demás, lo que mejora nuestras relaciones.
Transformando el conflicto en oportunidad de crecimiento
Explorar y aceptar nuestra “maldad interna” no es un camino fácil, pero es profundamente liberador. Este proceso no solo transforma nuestra relación con nosotros mismos, sino también con los demás, permitiéndonos construir vínculos más equilibrados, auténticos y enriquecedores.
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