El mito de la independencia humana y la psicoterapia

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El mito de la independencia humana persiste a pesar de que es imposible la vida humana y el desarrollo de nuestras capacidades sin los demás. Esta afirmación puede parecer controvertida a primera vista, al menos en las sociedades occidentales, ya que a menudo se nos ha inculcado la importancia de la independencia personal. Sin embargo, desde una perspectiva psicológica, es esencial comprender que la interdependencia es una característica inherente de la condición humana.

Los argumentos científicos que apoyarían esta condición de interdependencia son variados. Desde nuestra propia condición antropológica, como especie que sobrevivió en diferentes condiciones adversas gracias al grupo, hasta el desarrollo de nuestras capacidades más particulares como el habla o el pensamiento, y su materialización en la cultura tienen que ver con lo social, con la interdependencia, con la ayuda mutua, y con las diversas formas de experimentación social y política de relaciones humanas que fueron muy granadas hasta hace más de 5000 años.

El mismo desarrollo evolutivo en nuestros primeros años de vida está vinculado a que nuestros padres y entorno social hacen labores de mediación que permiten alcanzar la cumbre de nuestros procesos psicológicos. La facultad de pensar y la misma constitución como sujetos se desarrolla en sociedad. El paso de las capacidades o procesos psicológicos primarios, con potencialidades, pero hasta cierto punto simples: memoria, atención, etc, a su materialización en capacidades específicamente humanas y más complejas como son la memoria selectiva, semántica, la atención dividida, la atención selectiva, la atención focalizada, etc, son fruto de procesos de mediación con un otro.

Además, la necesidad de apego en los primeros días de nuestra vida no es algo que desaparezca con la niñez, sino que tiene un impacto duradero en nuestra vida adulta. Las relaciones de apego en la infancia establecen patrones de interacción y formas de relacionarnos con los demás que continúan influyendo en la calidad de nuestras relaciones y en nuestra salud mental y emocional a lo largo de toda la vida. La necesidad de apego es una constante en el viaje de la vida humana, y la importancia de relaciones emocionalmente saludables persiste en cada etapa de nuestro desarrollo.

La terapia puede desempeñar un papel fundamental en la comprensión y aceptación de nuestra naturaleza interdependiente. La terapia no debiera buscar convertir a las personas en seres independientes en el sentido de que no necesitan a nadie más en sus vidas. Esto es un error, bajo mi punto de vista, de gran parte de las orientaciones de psicología que vienen sobre todo de la ideología y estilo de vida americano. En cambio, el objetivo debiera ser permitir a las personas utilizar de manera efectiva su dependencia natural. Esto implica ayudar a los individuos a comprender sus propias necesidades emocionales y aprender a establecer conexiones saludables y significativas con los demás.

La terapia puede ayudar a las personas a superar las barreras emocionales que les impiden relacionarse de manera efectiva con los demás. Por ejemplo, puede ayudar a los individuos a comprender las emociones que se activan en determinadas relaciones y cómo estas pueden ayudar o impedir conectar con los demás de manera más satisfactoria y consciente. En lugar de crear dependencia, la terapia empodera a las personas al brindarles las herramientas para establecer vínculos más saludables y funcionales. Este enfoque no socava la independencia, sino que la fortalece al permitir a las personas vivir vidas más plenas y significativas en relación con los demás, favoreciendo una flexibilidad en las respuestas que antes eran emocionalmente desadaptativas.

En resumen, la creencia en la independencia absoluta es un mito que no se ajusta a la realidad humana, y esta creencia está promovida por el sistema cultural en el que vivimos dando lugar a situaciones desafortunadas como la soledad no deseada. Todos necesitamos a otros de alguna manera y a lo largo de las diferentes etapas vitales, desde la infancia hasta la vejez, pasando por situaciones de discapacidad temporal o permanente, o la misma complejidad del presente, llena de tribulaciones, altibajos, retos y aperturas que constituyen el mismo devenir del ser humano y de los escenarios que componen nuestras condiciones de vida.

La terapia no debe buscar eliminar esa necesidad de estar con otros, sino ayudarnos a gestionarla de manera más efectiva. Un aspecto crucial en terapia no es solo abrir nuevos relatos a la hora de comprendernos y de proyectarnos al futuro, sino habilitar nuevas, más ricas y vivificantes posibilidades de estar con los otros. Y esta nueva posibilidad de estar con otros de una manera diferente empieza a partir de la misma relación terapéutica que se construye con el terapeuta. La comprensión de nuestra interdependencia, conocer cómo son las maneras en las que nos relacionamos con los otros, así como el desarrollo de habilidades para relacionarnos de manera más saludable son elementos cruciales para una vida emocionalmente satisfactoria y significativa.

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